7-O: dos modelos de país enfrentados

El 7 de octubre se definirá el nuevo presidente venezolano por los próximos seis años. Aquí, algunas consideraciones sobre la contienda electoral entre Hugo Chávez y Capriles Radonski, la campaña y el protagonismo del pueblo venezolano en la previa de una jornada que marcará el futuro no sólo del país de Bolívar sino de toda la región.

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Cuando uno llega a Caracas y ve su trazado irregular, sus cerros superpoblados que se levantan en las cuatro direcciones y su ritmo de improvisación constante, lo primero que piensa, si no se es muy viajado, es en el caos. Pero una vez superada esa impresión superficial se le va encontrando el gusto a la armonía que radica en lo disímil, ese color y calor caribeño que trasunta en la gente, en los gritos, los gestos y la vida misma. En ese marco reverbera y sale al encuentro la revolución, la política, la campaña electoral.

La calle refleja la polarización entre dos maneras de entender el país: las discusiones acaloradas en las esquinas, las paredes coloridas pintadas con las caras de Bolívar, el Che o Fidel conviviendo con cientos de carteles que saturan la visión y el espacio. “Chávez, corazón de mi patria”, consignan unos. “Capriles Radonski, hay un camino”, los otros.

Dos modelos de país: de la revolución bolivariana al progreso y la inseguridad

El pasado 11 de Junio el actual presidente venezolano Hugo Rafael Chávez Frías protagonizó una caravana desde el Palacio de Miraflores hasta el Consejo Electoral para inscribir su candidatura de miras al 7-O. En medio de esa gigantesca movilización popular (la “marea roja rojita”) brindó un discurso de más de tres horas exponiendo su plan de gobierno de “Gestión Bolivariana Socialista” para el período 2013-2019.

Un día antes, Capriles Radonski había hablado en el mismo lugar apenas unos veinte minutos, de los cuales la mayoría los utilizó para lanzar frases como “Venezuela te quiero”, “vamos la vinotinto”, y “los llevo en mi corazón”.

Aunque la oposición ponga en tela de juicio sus condiciones físicas -en junio se cumplió un año desde que se le detectó el cáncer-, Chávez ha recorrido en caravanas parecidas las principales ciudades del país, en todas ellas brindando extensos y distendidos discursos, en todos ellos exponiendo los pilares de su propuesta electoral: consolidar “la segunda y definitiva independencia”, profundizar la construcción del socialismo del siglo XXI, convertir al país en una potencia regional y mundial contribuyendo a la consolidación de un mundo multicéntrico, y preservar la vida natural y la especie humana.

“En el socialismo se pregona con el ejemplo, con los valores morales y espirituales del humanismo, (para que) continuemos construyendo un verdadero sistema socialista. Sin poder popular verdadero, organizado, fuerte, consciente, no habría socialismo”, aseveraba el día en que lanzó su candidatura.

En los últimos años de su gobierno, se crearon en Venezuela alrededor de 50 mil consejos comunales. La iniciativa tuvo un alto impacto en sectores de la población que encontraron una herramienta para solucionar sus problemas más inmediatos y un espacio para coordinar proyectos productivos como la autoconstrucción de nuevas viviendas en todo el país.

La revolución bolivariana ha conseguido muchos logros en materia educativa, laboral y de salud, encabezados por la política de misiones sociales como la de Barrio Adentro, que actualmente cuenta con más de 11 mil establecimientos siguiendo el modelo cubano de atención primaria en salud.

También se duplicó la inversión social, se aumentaron las regalías que deja el petróleo en 33 veces y se redujo la brecha entre ricos y pobres que actualmente consiste según la Organización de Naciones Unidas en la mitad del promedio latinoamericano.

Al mismo tiempo quedan muchas asignaturas pendientes como la corrupción, la elefantiasis burocrática del estado y la crisis del sistema carcelario que se viene arrastrando desde hace años sin soluciones efectivas. En mayo pasado, por ejemplo, se produjo un motín en la cárcel caraqueña de La Planta que dejó 10 muertos.

La orientación del gobierno, profundizada en el nuevo plan electoral, es continuar por el camino del socialismo y la construcción de una nueva forma de democracia, participativa. “Poder político, poder económico -en palabras de Chávez-, a través de una nueva economía que comience por lo pequeño, por lo comunal, la propiedad social de los medios de producción a nivel de la comuna, de la parroquia, es vital para ir desplazando el modelo capitalista.”

Henrique Capriles Radonski, perteciente a una de las familias más importantes del empresariado venezolano -dueña de una cadena de cines y de un conglomerado mediático en el cual se encuentra el periódico de gran tirada Últimas Noticias-, se encuentra todavía alrededor de 15 puntos porcentuales debajo de Chávez en la mayoría de las encuestas.

La estrategia de quien antes fuera alcalde de Baruta y gobernador del Estado de Miranda -segundo en cantidad de habitantes en el país-, es aparecer como un hombre en movimiento. De allí la imagen de su cartelería que denota a alguien caminando hacia el observador, que se mueve hacia “el progreso”, hacia una “Venezuela unida”.

Según se encarga de repetir en todos sus discursos el expartícipe de un intento de invasión a la embajada cubana durante el golpe de estado del 2002, antes el país tenía a sus habitantes hermanados y fue Chávez quien vino a romper esa armonía con sus divisiones entre ricos y pobres, entre chavistas y escuálidos (opositores). Cuando en 2008 era candidato a la gobernación de Miranda, su eslogan era “En Miranda, algo bueno va a pasar” -cualquier similitud con Mauricio Macri es pura coincidencia.

Además de aseverar que no va a desmontar las políticas sociales del chavismo como las misiones o los beneficios para los trabajadores, otro de los pilares de su discurso, quizás el que tiene más repercusión, es la cuestión de la inseguridad. Según estadísticas de la ONU reproducidas por el mismo Chávez, Venezuela está entre los diez países con más homicidios dolosos del mundo, con 48 cada cien mil habitantes. La propuesta central del candidato del heterogéneo frente opositor Mesa de Unidad Democrática es combatir la inseguridad, aunque nunca explica de qué forma ni con qué recursos. “La violencia se acaba el 7 de octubre”, suele esgrimir en sus alocuciones.

El otro beta, la otra campaña

Más allá de las estrategias oficiales de cada candidato, lo interesante del proceso eleccionario venezolano es percibir cómo la población participa del debate y cómo a su vez se hace cargo de dar la batalla electoral. Las calles de las principales barriadas están repletas de consignas, graffitis, sténciles y murales alusivos a la revolución, a Chávez, a Bolívar y a las elecciones.

Nosotros con Chávez”, “Chávez es como tú”, “Uh, 2012, Ah”, en alusión al recordado cántico “Uh, ah, Chávez no se va” que terminó convirtiéndose en consigna cuando se produjo el referendo revocatorio que pretendía terminar con el mandato del presidente en 2004.

Creemos que es más eficaz, incluso desde el punto de vista electoral, la diversidad de mensajes y que el discurso se genere colectivamente”, afirma Kael Abello, miembro del Comando Creativo, colectivo de comunicación popular que realiza intervenciones callejeras y brinda en los consejos comunales talleres de capacitación comunicacional -manejo de diversas técnicas como sténciles o serigrafía.

No creo que a esta altura, en Venezuela por lo menos, la gente vote por el candidato que luzca mejor en el afiche, que tenga una mejor sonrisa -dice-. Y celebro que nuestra democracia dé pasos firmes a dejar de ser un concurso de popularidad, como nos lo venden las películas gringas, el rey y la reina de la promoción”.

El comunicador y diseñador gráfico sostiene que desde que se inició el proceso revolucionario el pueblo se ha hecho cargo de las campañas y las ha asumido como propias. “Cuando vas a un pueblo y ves un rostro de Chávez o Bolívar, así estén mal hechos y haya mucha diversidad de mensaje, desde consignas comunistas hasta cristianas, creo que esa es la verdadera elocuencia del discurso bolivariano, la creación colectiva de esas expresiones -sostiene Kael- Un Chávez mal dibujado no lo pagó nadie, lo hizo alguien que tenía la necesidad de que su rostro lo acompañara en esa pared porque representa una serie de cosas con las que se identifica. Eso va a dar más cuenta del apoyo popular que tiene el candidato que la pirotecnia mediática de la cartelería y los spots televisivos”.

Kael opina que en esta campaña se ha dado una explosión creativa mayor que en otros tiempos por parte de los sectores populares. “Las campañas que han puesto los argumentos o el contenido, están más bien abajo, en los barrios, en las zonas populares, donde dicen: Chávez no es sólo un slogan (‘Corazón de mi patria’), si no que es la Ley Orgánica del Trabajo, la alternativa de los jóvenes, las misiones.”

Esa creatividad se ve reflejada, por ejemplo, en las pintadas que caracterizan a Capriles como “Ratonski”, es decir una rata (traidor). O como CAPriles, resaltando las primeras letras en alusión a la sigla de Carlos Andrés Pérez, ex presidente neoliberal bajo cuyo mandato, el 27 de febrero de 1989, se produjo la rebelión del Caracazo a raíz de la profunda crisis socioeconómica a la que había sido llevado el país y la posterior masacre de miles de manifestantes.

Quizás la experiencia más novedosa y original es la de la campaña “Chávez es otro beta”, encabezada por un colectivo de jóvenes entre los que hay artistas callejeros, graffiteros, raperos, hiphoperos -contraculturas muy extendidas en Venezuela- llamado “Miranda será otro beta”, que nació en zonas marginales de ese estado.

Somos los que la sociedad excluye, que nos producimos un lugar, un reconocimiento -se autodefinen-. Nuestras formas de accionar (deportivas, culturales, socio-productivas) son rebeladas a las formas y modelos que nos imponen para dominarnos. Los jóvenes de barrio somos el relevo de la revolución”.

Según Xavier Betancourt, graffitero de Petare, una de las barriadas más pobladas de Sudamérica, “beta” es un código de los jóvenes en el barrio, que significa una situación o un evento -parecida por su amplitud y ambigüedad al término ‘vaina’.

Mayormente lleva a la palabra malo, a algo negativo, entonces ‘el otro beta’ es lo bueno, es cambiar esa mirada. Que podemos estar con pintura o spray en vez de balas o pistolas, es una incentivación a mejorar las cosas”, explica.

La campaña busca instalar la figura del presidente en situaciones cotidianas, identificándolo con los personajes populares del barrio: como pelotero (jugador de béisbol), motorizado (motoquero), rapero o skater.

La gente en el barrio es la que más valora el movimiento. Llegas al barrio y te piden: ‘mira, píntame eso en mi muro’ -cuenta Xavier-. Pero la gente ajena al barrio, que piensa en el barrio como lo feo o como aquello malo, ven el beta como unos que le están hablando a otros malandros” (forma despectiva de referirse al habitante del barrio, al villero, al que se ve como delincuente).

Los jóvenes, los discriminados, los que vivimos en el barrio, los que estamos tatuados, los que nos la pasábamos por ahí, ahora tenemos cosas para hacer, eventos para ir -agrega tajante-. Por todo eso es que Chávez es otro beta y tenemos que estar con él hasta el final”.

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Hacia el norte se levanta la figura imponente del Ávila, cerro que separa el valle caraqueño del mar. En esta ciudad, marcada por las contradicciones de un shopping cada dos cuadras, de los autos importados que pululan en las autopistas y los cerros atestados de ranchos, como en toda Venezuela se debate el futuro de un modelo, de una región, de una revolución que lleva 14 años y aún le falta mucha historia por escribir.

(Artículo publicado en la revista Mascaró en septiembre de 2012)

FOTOS: Jorge Silva // Ejército Comunicacional de Liberación